De perros... y cosas peores

Última actualización: 30 Junio 2015

Preferimos irnos por la cómoda y defender a los canes. Sociedad hipócrita. Y nada menos.

Fuente: Excélsior

Valiente y coherente sociedad la mexicana. Sí, la misma que arma un escándalo nacional por el maltrato a un perro —condenable, por supuesto, pero que cierra los ojos ante asesinatos masivos, feminicidios, corrupción, abusos del poder y demás impunidades que nos mantienen con la bota en el cuello.

Sociedad hipócrita. Y nada menos.

Nos desgarramos y protestamos porque un inadaptado se ensaña con un perrillo indefenso en la tienda +Kota en Pachuca... pero cruzamos los brazos cuando el subprocurador de Justicia de Zona Mexicali, Fernando Ramírez Amador, confirma que la muerte de 17 ancianos en un asilo se debió a un incendio generado de manera intencional. Los quemaron. Y callamos.

Nos envolvemos en la bandera del animalista de ocasión... aunque cerramos boca y oídos sin protestar porque en el Estado de México han desaparecido, en los últimos cuatro años, al menos mil 258 niñas y mujeres. En el mismo periodo, 450 fueron asesinadas. De la herencia negra de Peña Nieto a la indolencia de Eruviel Ávila. “La ola de feminicidios en el Edomex es una epidemia”, dice, cruda y certera, la periodista Nina Lakhani en su estremecedor reportaje en The Guardian titulado Las víctimas invisibles del Edomex, el lugar más peligroso de México para ser mujer. ¿Quién protesta? ¿A ver?

Nos retorcemos e injuriamos cuando vemos que un perrillo es sometido a cachetadas... pero mostramos disimulo ante los evidentes actos de corrupción de nuestros gobernantes, adquiriendo mansiones que valen millones de dólares y la mayoría de los mexicanos como si nada. Era para que hubiéramos inundado las calles con protestas sociales, como en Guatemala. No. Preferimos irnos por la cómoda y defender a los canes.

Nos indignamos porque el perro es colgado por los genitales (acto cobarde y pueril)... aunque hacemos mutis cuando el artista mexicano vivo más importante del mundo, Francisco Toledo, es agredido, junto con ciudadanos, en Oaxaca, al protestar contra obras ilegales, en el Cerro del Fortín. Como Toledo no ladra ni defeca en la calle, pues que se joda.

Nos tiramos al piso como periodistas y, porque somos muy valientes, exhibimos en redes sociales al empleado que maltrató al perro, dando nombre, dirección y hasta celular... pero somos imprudentes al convertirnos en vehículos para generar más violencia. ¿A qué exponemos al agresor? A que lo maten. A que lo desaparezcan. A que dañen a su familia. “Nos encargaremos de que tu vida se convierta en un mundo de lágrimas rojas”, amenaza Anonymous. Y allí están los osado(a)s reportero(a)s mostrándolo a todos. Fuenteovejuna.

Nos desgañitamos ante la tienda +Kota, en Galerías Pachuca, al grito de ¡Sí se pudo... sí se pudo!, cuando es clausurada... pero nos comen la lengua cuando debemos salir a protestar, con la misma convicción, cuando aparecen, un mes y otro también, portadas y fascículos enteros en la revista española ¡Hola!, celebrando las aventuras clasistas de la familia presidencial, pagadas con los impuestos de todos. Vemos, impávidos, cómo se gastan nuestros dineros en banalidades. En ésta, ¡no se pudo... no se pudo!

Nos revolcamos porque un perro es agredido... pero somos incapaces de auxiliar a un civil cuando le da un infarto y muere dentro de un banco y nadie mueve un dedo por no perder su lugar en la fila (El Universal. 3/I/2012). O cuando subimos la ventanilla del auto para evitar al niño de la calle. O nos irritamos cuando un indígena nos ofrece algo en venta. O al hacernos los dormidos para no ceder el asiento a la anciana o a la embarazada. O al creer que la patria está en los cambios de El Piojo Hererra.

Sigamos ladrando de hipocresía.

http://www.excelsior.com.mx/opinion/martin-moreno/2015/06/30/1032056

@_martinmoreno

@mexicosos

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